Amor a través de la enfermedad
En el mes de febrero, uno de los temas centrales suele ser el amor en general: se habla del amor de pareja, de amistad, de familia y, de manera más reciente, el amor hacia nosotros mismos.
Lo vemos en publicidad, redes sociales, películas, comercios, incluso en actividades en nuestros lugares de trabajo o en nuestros círculos cercanos.
Lo cierto es que la conexión con otras personas y con nosotros mismos es de gran importancia y las actividades de este mes pueden ser una oportunidad para tomar perspectiva de qué tan satisfechos estamos con estas conexiones y qué áreas podemos mejorar y trabajar.
Este trabajo y compromiso, sin embargo, resulta especialmente provechoso si se realiza bajo la perspectiva de nuestras propias prioridades, valores y necesidades, y no con base en una presión externa o una expectativa ajena.
Durante un proceso de enfermedad, la relación con nosotros mismos y con nuestras redes de apoyo puede verse afectada de distintas maneras; hay relaciones que pueden alejarse y hay relaciones que, por el contrario, llegan a estrecharse mucho más.
Nuestra perspectiva sobre distintas situaciones, al igual que nuestro orden de prioridades, puede cambiar.
En este sentido, puede surgir la pregunta de cómo procurar este respeto, amor y cuidado hacia nosotros mismos, en primer lugar, a lo largo de un proceso de enfermedad.
Algunas acciones concretas que pueden ser de utilidad en este sentido son las siguientes:
- Poner atención a nuestras necesidades básicas: procurar un sueño suficiente, alimentación adecuada, ejercicio físico, contacto con nuestras redes de apoyo, espacios de descanso y disfrute, cuidado de nuestra salud integral y manejo adecuado de emociones, buscando guía y apoyo profesional cuando sea necesario.
- Utilizar la incomodidad como una guía: el sentirnos incómodos, a pesar de ser una sensación poco placentera, puede llegar a ser bastante útil; nos comunica que hay una necesidad no cubierta y nos permite enfocar nuestra atención para identificarla y atenderla.
- Identificar nuestras posibilidades y nuestros límites, y tomar decisiones realistas con base en ellos.
- Fortalecer y disfrutar nuestras redes de apoyo: ya se trate de pareja, familia, amistades, compañeros; aprovechar el tiempo de calidad que podamos compartir con personas cercanas. Tener un apoyo social adecuado es central para nuestra salud integral, ayuda a reducir niveles de estrés, fatiga, ansiedad, estados de ánimo depresivos, y puede ayudar a mejorar el estado de ánimo y la calidad de vida en general.
- Hacer lo posible, manejar expectativas sobre nosotros mismos y establecer metas concretas pero realistas: no tratar de abarcar más de lo que sea posible y priorizar.
- Encontrar y desarrollar actividades que reflejen nuestros valores, intereses y prioridades: es una manera de conectar con nosotros mismos y con otros, y nos permite poner en práctica distintas habilidades y herramientas personales.
Elaborado por:
Psicóloga Susana Zelaya