Importancia de las redes de apoyo cuando se pasa por un proceso de cáncer
Recibir un diagnóstico de cáncer es descrito por muchas personas como “un balde de agua fría”, como aquel momento en que le mueven el piso y se dan cuenta de que son vulnerables.
La vida puede dar un giro de 180º y toca ajustarse a nuevas circunstancias: citas, tratamientos, exámenes. Toca aprender terminología médica que en la vida se habían escuchado, modificar las rutinas para adaptarse a los cambios y por supuesto, lidiar con el impacto emocional que en mayor o menor medida se experimentará.
Si bien es cierto esta vivencia solo la comprende a cabalidad quien padece la enfermedad, muchas otras personas como familiares y amistades se verán también afectados por la misma.
Frente a este panorama resulta natural que se experimenten una serie de emociones difíciles de sobrellevar; cada persona tendrá una forma particular de afrontar la situación, y en muchas ocasiones, el aislamiento es una reacción común.
Una persona se aísla cuando evita o disminuye considerablemente el contacto con otros, cuando prefiere mantener muy limitado el contacto social incluso con sus seres más queridos.
Puede haber muchas razones para evitar ese contacto: para que no me pregunten lo que tengo o cómo estoy, para no tener que dar explicaciones, para que no me juzguen, para no causarle a otros dolor o lástima.
Lo complicado de esto es que del lado de quienes no padecen la enfermedad, también se pueden poner barreras.
Decido no hablar con quién tiene la enfermedad porque no sé qué decirle, porque no quiero que me vea llorar, porque esto duele demasiado… entonces si quien padece la enfermedad se aísla y quienes lo pueden acompañar ponen barreras, el único resultado será el distanciamiento, la soledad y la sensación de que nadie me acompaña en el proceso, generando así un fuerte malestar emocional.
¿Cuál es entonces la importancia de unas buenas redes de apoyo?
Que, si bien las personas no podrán desaparecer el dolor de este proceso, sí podrán acompañarnos y eso aliviana la carga.
Y es que no tenemos que hablar con todos de la enfermedad si no queremos, pero sí podemos rodearnos de aquellos que nos ayuden a transitar la enfermedad. Cada persona puede llegar a tener un rol diferente, una función con la que nos puedan ayudar mejor.
En medio de la modificación de las rutinas, de los gastos económicos, de los nuevos tratamientos y procesos, existen diversos roles en que esas personas pueden apoyar:
- Ayudar en labores domésticas como limpieza, cocina, cuido de menores de edad.
- Ofrecer transporte a diversas citas o tratamientos.
- Llevar las compras de víveres o medicamentos a la casa.
- Buscar opciones de apoyo como fundaciones o asociaciones.
- Escuchar y ser soporte frente a malestar emocional.
- Conversar sobre otros temas que no sean la enfermedad.
- Acompañar a vivir experiencias satisfactorias.
- Mantener el contacto e incluir en actividades.
El cáncer llegará a modificar drásticamente la vida, pero no tiene que ser lo único en la vida.
Tener cerca a otras personas le ayudará a recordar que es más que la enfermedad que padece.
Aislarse podrá hacerle sentir mejor a corto plazo, pero a mediano y largo plazo le distanciará de lo más importante. Como se mencionó al inicio, la compañía no quitará la enfermedad, pero sí ayudará a sobrellevarla. Dejarse ayudar será fundamental para que el desgaste mental y emocional se reduzca al mínimo.
Y si se presentan dificultades para manejar las emociones o la comunicación con otras personas, el apoyo desde la psicooncología le podría ayudar a fortalecer el vínculo con sus seres queridos desde la asertividad y el cariño.
No importa si padece la enfermedad o si acompaña a alguien que la tiene, es natural no saber qué hacer o cómo actuar en estas circunstancias. Buscar apoyo ayudará a conocerse a sí mismo y a saber cómo responder frente a los retos que tenga que enfrentar en el proceso.
Elaborado por:
Licda. Sofía Valerio Peña